La proxima película de Ben Stiller

16.4.09 7 Comments

Ayer, mientras pasaba un pésimo día gracias a los señores delincuentes, hampones, antisociales, flaites que robaron mi auto (ver post anterior), una noticia me alegró el día. Bueno, no sé si tanto, pero sí me hizo olvidarme un rato del tema y reírme bastante. Mucho más que cualquier chiste que haya escuchado últimamente. La transcribo textual de www.emol.com, y dice así:


PDI: Visita a club nocturno fue para intercambiar conocimientos con policías europeos
Ayer el ex policía Francisco Lapolla aseguró que tiene una imagen del auto fiscal de Óscar Gutiérrez, actual subdirector operativo de la PDI, estacionado afuera del "Lucas Bar".

El Mercurio Online
Miércoles 15 de Abril de 2009 12:34

SANTIAGO.- Luego de que ayer un ex detective denunciara que el vehículo de un alto funcionario de la Policía de Investigaciones (PDI) había sido fotografiado en el estacionamiento de un club nocturno, hoy la institución reconoció el hecho y aseguró que se esto se registró en el marco de un intercambio de experiencias con policías europeos que estaban investigando a los "eurolanzas".

Ayer, durante la audiencia a la banda "Los Valladares", el ex policía Francisco Lapolla, quien está formalizado en este caso, afirmó que cuando los detectives allanaron su casa, imaginó que buscaban las fotos que tiene del auto fiscal de Óscar Gutiérrez, actual subdirector operativo de la PDI, en el estacionamiento del "Lucas Bar".

"Esto se ajustó a un intercambio de conocimientos y experiencias con la policía europea, en el contexto en que ellos vinieron a Chile a ver dónde se movilizaban, sobre todo, los eurolanzas", afirmó hoy el subprefecto Álvaro Thiele, jefe de asuntos públicos de la PDI.

De acuerdo con lo expresado por Thiele, los europeos solicitaron también "conocer la vida nocturna de Santiago", ya que la conducta de los delincuentes, "una vez cometidos sus delitos, era gastar en la noche".

La versión entregada por la PDI asegura que la imagen fue capturada en mayo del año pasado, cuando Óscar Gutiérrez se desempeñaba como jefe regional metropolitano de la PDI.
Thiele destacó además que no se realizará un sumario interno por el hecho.

Hasta aquí la noticia. Valga una aclaración: no me alegró el día que funcionarios públicos se hayan ido de putas, probablemente con gastos de representación –o sea, pagados por todos nosotros, ciudadanos de este país que ni siquiera tenemos el agrado de conocer el local en cuestión –sino que haya gente tan cara de raja para dar una explicación semejante.
¿Creerá el señor Thiele que somos todos tan idiotas como él? Realmente increíble.

Y como esto parece un guión humorístico, la cosa no se queda ahí. Y ni al mejor guionista se le hubiera ocurrido un apellido como el del ex policía que hizo la denuncia: Lapolla. ¿Se imaginan la vida de ese pobre hombre? ¿Habrá viajado alguna vez? ¡Qué ganas de viajar con él a España! Me imagino la cara de los funcionarios de inmigración al ver su pasaporte, llamando a los compañeros de las ventanillas siguientes: “pssstt, Paco. A que no te imaginas cómo se llama este tío”. De verdad lo compadezco, y espero sinceramente que su segundo apellido no sea Vergara o Dell´Orto o Delano.

Pero la historia sigue. Hoy, en una noticia que no transcribiré, porque no se trata de alargar este post innecesariamente, se informó que el funcionario involucrado en el “intercambio de conocimientos y experiencias” renunció a su cargo. Bueno, era de esperarse. Pero también se supo que el jefe de asuntos públicos de la PDI, el creativo señor Thiele, fue trasladado de su cargo, aunque dentro de la institución. Y sí, cosas que pasan en este país: su nuevo destino fue la jefatura de inteligencia de la institución. ¡Inteligencia! Vaya paradoja, diría el extinto JM. Eso demuestra, a todas luces, la fina ironía de Arturo herrera, Director General de la PDI.

Para terminar con esta historia digna de Peter Sellers, transcribo las declaraciones del mismísimo señor Herrera, que de seguro deberían incluirse en alguna parte de este seguro éxito de la cartelera. Dice Herrera:

"Cuando hablé con el subdirector operativo (Óscar Gutiérrez) fue tempranísimo y él en ese minuto me dijo que estaba ahí, entonces lógico que yo tengo que respetar lo que el subdirector me dice en ese momento. Pero después la investigación que está en curso dijo otra cosa, y creo que él asumió su responsabilidad, que él estaba ahí". Más claro echarle agua, ¿no?

Si son estos los encargados de encontrar mi auto robado... no pinta bien.

A todo esto, ¿vieron “Quémese después de leerse”? Por ahí va la cosa.

Murphy: chúpala

15.4.09 13 Comments

Parental Advisory: Explicit Content

No, no es nada contra Eddie, ese gran actor que interpreta papeles memorables en clásicos como “Doctor Doolittle” y todas sus secuelas, o esa otra gran obra maestra de la historia del cine en que interpreta a todos los personajes. Nono, esto no va contra él, por malo que sea.


Esto es contra otro Murphy, el de la famosa Ley que lleva su nombre. Señor Murphy, con todo respeto: ¿cómo puede ser tan hijo de puta? Digo, el pan con mermelada cayendo de la mesa sobre el lado de la mermelada pase, pero como dice un clásico de la música, hay un límite (que rompe el deseo). Veamos.


Resulta ser que con mi señora esposa tenemos todo lo que es el auto familiar. Ese que usa ella todos los días, y que también sirve a efectos de salir de la ciudad, trasladarse con todos los bártulos que implica la paternidad –llámese coche, silla especial para el auto, cuna plegable y ese largo etcétera que cualquier padre conocerá –y que nunca había presentado un problema. Y pasa que, hace un par de meses, y estando estacionado, le quiebran un vidrio. No roban nada, sólo le quiebran un vidrio. El seguro paga (salvo el deducible, claro) y ya. No es taaan terrible. Pero viene el pariente de Eddie y se ensaña.


Hace algo más de un mes, el auto comienza a presentar un problema en las luces. Rápida ida al taller, para que constaten que además de las luces, tiene problemas en los frenos, barras de no sé que mierda y un largo etcétera de piezas que en mi vida había escuchado nombrar. ¿Qué se hace? Hay que arreglarlo, si al final el mecánico es como el dentista: llega uno por un dolor en una –UNA, hijo de puta, dije una –muela y el especialista en salud bucal diagnostica, digamos, 4 muelas con problemas. Eso con suerte, si no encuentra problemas en las encías, o decide que hay que realizar un tratamiento de conductos o, era que no, que el paciente debe usar el famoso “plano de relajación” que podrá relajar la mordida, pero estresa el bolsillo de una manera insoportable. ¿Y qué le va a decir uno? “Nono, si tengo las ‘piezas dentales’ en perfecto estado” Si es ese maldito sádico el que estudió varios años para saber eso, no uno. En fin. Con el mecánico igual. Nada que hacer: bajarse los pantalones y dejar que balatas, pastillas, discos y otra serie de piezas entren hasta el fondo. Sin anestesia. Como mucho un poco de WD40 que generosamente el mecánico nos preste.


Y bueno, vamos pagando. Conjugado en pasado, presente y futuro, claro, porque todavía estamos pagando el arreglo famoso. Sin seguro, claro, porque esto no fue un “siniestro”, sino desgaste, vejez, póngale el nombre que quiera.


Seguimos. El seguro va a vencer. No renuevo la póliza, porque la empresa en que trabaja la señora esposa tiene un convenio con otra aseguradora, que sale más barato. Y ya se sabe, estamos en crisis y todo eso, entonces no es cosa de estar botando la plata. Pero bueno, llega el plazo fatal, vence la póliza y no hemos renovado el seguro. Ergo, el auto circula –por primera vez en mi vida de automovilista, hace más de 10 años –inseguro por las calles. Y claro, ese mal nacido de Murphy tenía que aparecer a jodernos.


Anoche, como casi todas las semanas, fuimos a comer a la casa de mi padre. Comida familiar, todo bien. Dos horas, para luego irnos tranquilos al hogar, a descansar. ¿Tranquilos? Murphy no quiso. El muy puto tenía otra sorpresa. El auto no estaba. Así es, quedé con la mano estirada, la llave en el aire, los ojos desorbitadamente abiertos. El auto no estaba. No-es-ta-ba. Quien haya estado en mi situación sabrá la impresión que esto implica. Vamos corriendo a la caseta de guardias –en plural, había 2 juntos –que no habían visto nada. La puta madre, están a menos de 100 metros, ¿y no vieron nada? Vamos alumbrando con una linterna, como que el auto estuviera oscuro y por eso no se viera. “Mmm, y no hay vidrios”, dice uno de los guardianes.” Mmm, y se lo llevaron completo, ¿ah?”, replica el otro, como que uno no se hubiera dado cuenta.


Vamos a la Comisaría, mientras la madre se lleva a la hija a la casa, a dormir. Denuncia. Señor carabinero principiante, que aprieta las teclas con un dedo, a una velocidad enervante. Eso cuando logra entrar al sistema, claro, luego de las explicaciones del jefe. ¿Tiene seguro? “Ehhhmmm, venció hace dos semanas”. La cara de pobre infeliz con que me miró, ni se las cuento.


Bueno, hecha la denuncia, me recomiendan avisar a la concesionaria en la que tengo el TAG, para que lo bloqueen e, incluso, puedan rastrearlo. Llegando a mi casa –luego de varios cigarros, por cierto –llamo al teléfono de emergencias. “Ahhh, tendría que llamar en horario de oficina”. ¿O sea que la emergencia no puede ser fuera de horario laboral? ¿Acaso el puto Murphy descansa? ¿Ah? “Mire, igual voy a dejar la denuncia, déme la patente, su nombre, blablabla”. Le doy los datos y ahí es cuando viene lo peor de la noche: ese puto discurso aprendido, esa frase que intenta ser amable, pensar positivo, ese “todo pasa por algo” en el funeral, la puta frase que uno no quiere escuchar en esas circunstancias.


“Bueno señor, lamento mucho lo que le pasó. Lo importante es que a usted y a su familia no les pasó nada, y al final, estas son cosas materiales y blablabla”. Qué hija de puta, seguro la telefonista era pariente de Murphy y estaban coludidos. Claaro, “son cosas materiales, qué tanto”. Me dieron ganas de decirle algo como “nono, son MIS cosas materiales, no sólo cosas. El auto es –o era, a estas alturas –mío, no suyo. Yo veré si es importante o no”. Pero nada, a esa hora, y después de todo lo pasado, sólo quedaba responder con reiterados “mmm” ante cada consejo supuestamente reconfortante.


Y aquí estamos, esperando que el auto aparezca algún día, ojalá en no tan malas condiciones. ¿La verdad? Creo que cagamos. Así no más. Si lo recuperamos, no creo que sea en muy buenas condiciones. Y no voy a caer en el discurso político de la delincuencia, de que ya no podemos estar seguros en ninguna parte, nada. Seguiremos pagando el arreglo de un auto que ya no tenemos, y esperando que aparezca. Pensé encomendarlo a algún santo (creo que es San Antonio el de las cosas perdidas, ¿no?), pero creo que es injusto echarlo a pelear con Murphy que, ya se sabe, utiliza muy malas artes.


Sólo para finalizar, además de pedirles sus aportes, quiero modificar –o complementar, más bien –el título de este post, que ya se ha alargado demasiado. Para eso, echaré mano a uno de los mejores insultos que he escuchado. Murphy, ya no se trata de que la chupes. ¡Chúpala meando!