Chinitas al espacio

11.1.08 29 Comments

Hace poco se estrenó la película “Chile puede”, sobre la carrera espacial chilena. No la he visto, ni pretendo hacerlo por el momento, pero la cantidad de paletas publicitarias hace imposible no darse por enterado de que existe. Y de que refleja, supongo, esa eterna aspiración nacional por volar alto. Más allá de donde vuelan los aviones de Piñera. Más allá de donde llega la masa de consumidores de pitos, pastillas, solventes y otras sustancias que cumplen parecidos fines. El chileno aspira, desde hace mucho, a llegar al espacio.

¿Serán todos los países “en vías de desarrollo” –qué expresión desafortunada, se me imagina un país al que le está creciendo vello púbico –tan obsesivos con el tema? Si hay algún lector extranjero que entre en la categoría habitante-de-país-tercermundista-con-aires-de-jaguar le ruego me cuente de lo que pasa por sus tierras.

En Chile, por lo menos, el espacio llama la atención. Estamos llenos de observatorios, queremos llegar al espacio, pasa un cometa –el recordado Halley –y nos llenamos de helados, poleras y demás merchandising, hay un eclipse y millones de pelotudos miran al cielo. En este país, una roñosa estrella fugaz puede ser todo un acontecimiento.

Pero lo que de verdad encandila al chileno es la posibilidad de llegar al espacio. ¿De dónde vendrá esa obsesión por salir de la atmósfera? Desde que tengo uso de razón –es una forma de decir, no significa que realmente lo tenga –he escuchado de la carrera espacial chilena. O sea, el equivalente a una carrera de caracoles. De caracoles lisiados. Y con sueño. Y un poco borrachos. Una carrera que se queda siempre, o casi siempre, en partidas en falso. Aquí un breve recuento de la mentada carrera espacial chilena. Si le dan ganas de llorar, puede hacerlo sin remordimientos. Lo amerita.

Un dato inútil: la foto que ilustra esta entrada es mía. Y para los idiotas que estén ahora pensando cómo una chinita puede tener un blog, aclaro: no es que sea mía porque yo aparezca en ella, sino porque la tomé. Ahora sí, la carrera espacial.

Los inicios. En 1959, la NASA –la mismísima de las películas, la de los experimentos con alienígenas, de las bases secretas, del envío de misiones espaciales –firmó un convenio con el gobierno chileno e instaló una de las primeras estaciones de rastreo de satélites del mundo en la ciudad de Antofagasta. Dos años después, la NASA instaló en Peldehue, cerca de Santiago, otra estación, que luego pasó a depender de la Universidad de Chile. Es el Centro de Estudios Espaciales (CEE) de esa universidad.

Presencia chilena. Era que no, hay presencia chilena en la historia espacial mundial. Dicen que el CEE ha apoyado más de 370 misiones espaciales –tripuladas y no tripuladas –principalmente de la NASA. Incluye el apoyo al Apollo (qué desafortunada redacción), al Columbia y al Challenger.

FASat-Alfa. No entiendo el porqué de las mayúsculas-minúsculas en el nombre, pero es así. Fueron precursores del odioso lenguaje de Chat, supongo. El punto es que en 1993 comenzó a desarrollarse el proyecto: un satélite chileno. Humilde comienzo, pero por algo hay que empezar. El satélite fue diseñado y construido: pesaba 50 kilos, medía cerca de 70 centímetros de alto y 36 de lado. Todo un país pendiente del lanzamiento –el 31 de agosto de 1995 –desde Ucrania. Una vez en órbita, y por una falla en el sistema de separación, el primer satélite chileno quedó por los siglos de los siglos adosado al cohete Tsyclon que lo llevó al espacio. Se convirtió en lo que se llama “basura espacial”.

FASat-Bravo. No hay primera sin segunda. Tres años después del FASat-Alfa, en la madrugada del 10 de julio de 1998, el FASat-Bravo fue lanzado a bordo de un cohete Zenith II. Este nuevo microsatélite llevaba sistemas para monitorear la capa de ozono, para sacar imágenes de la superficie terrestre, experimentos para almacenar, bajar y subir información y efectuar pruebas de posicionamiento global, entre otros. Dicen que la Fuerza Aérea lo operó a plena capacidad. No sé qué significa “plena capacidad”, eso sí. La capacidad no abunda últimamente en estas tierras.

Investigación del Mal de Chagas. La vinchuca es un parásito que vive entre México y Chile –disculpen la precisión –y que causa el Mal de Chagas, que afecta al corazón, hígado, colon, esófago, cerebro. Puede causar la muerte. De hecho, se estima que en el mundo mueren anualmente 80 mil personas por esta causa.
Luego de esta apasionante clase médica, la relación con la carrera espacial: una doctora chilena, Silvia Sepúlveda, investiga la forma de detener la multiplicación de las enzimas de la vinchuca. Desconozco la razón por la que pensó que esto se podría lograr en un espacio libre de la gravedad terrestre. Nace entonces el programa ChagaSpace –gran nombre, ¿no? –que incorpora investigadores de todo el mundo. Se han realizado varias pruebas en el espacio, aunque todavía no se da con la cura.

Chinitas al espacio. Sin duda mi preferido. Aunque el nombre oficial era "Metodología para el estudio del Comportamiento de Coccinellidae en un Ambiente de Ingravidez", se hizo conocido como “Chinitas al espacio”. El proyecto, ideado por alumnas del Liceo Nº1 Javiera Carrera, fue seleccionado por la NASA para ser llevado a cabo. Las chinitas viajaron al espacio el 23 de julio de 1999, a bordo del Columbia. Dicen algunos, eso sí, que las chinitas que viajaron eran estadounidenses. Aunque las alumnas viajaron a EE.UU con chinitas chilenas –a esas alturas, eran verdaderas rock stars –disposiciones sanitarias habrían impedido la entrada de los tercermundistas bichos a territorio imperial, por lo que las chinitas debieron ser reemplazadas por parientes locales.

El Muñeco Toy. No sé si cabe dentro de la categoría de la carrera espacial, pero ante la duda, mejor incluirlo. Hace varios años, en el sur del país, una familia encontró un raro especimen en el campo. Un extraterrestre, según ellos, que fue bautizado –vaya a saber uno por qué –como Muñeco Toy. El supuesto alienígena compartió algún tiempo con la familia, cual si fuera E.T. o Mac, y luego murió. Fue enterrado en secreto por la familia, por lo que su cuerpo no pudo ser estudiado. Contacto chileno con vida extraterrestre.

El astronauta chileno. Klaus von Storch –castizo nombre, por cierto –se llama el único astronauta chileno de la historia. Astronauta teórico, porque nunca ha viajado al espacio. Al menos desde 2004 se viene anunciando su inminente partida. Y todavía nada. A fines ese año se anunció que era probable que viajara a la Estación Espacial Internacional a bordo de la nave rusa Soyuz. Nada. Lo mismo en 2005. Y 2006. Y 2007, claro. Ahora, von Storch declara que lo importante para él es llegar a la Estación Espacial, no importa con quién. Rusos o norteamericanos. Cualquier micro le sirve.

Y usted, estimado lector, ¿ha viajado al espacio? ¿Pretende hacerlo? ¿Tiene algo que no aportar al respecto?

La emoción me em-bar-ga

2.1.08 39 Comments

Hoy se nos fue un grande. Un monstruo de las comunicaciones. Un inigualable. Julio Martínez Pradanos.

Dueño de una labia incomparable, era capaz de separar –escandalosamente –las sílabas al hablar, sin resultar insoportable. Era capaz de mantener silencios de varios segundos en pantalla, como si no hubiera sabido lo que paga una empresa por cada uno de ellos. Podía utilizar las frases más hechas –por él, por cierto –sin que parecieran cliché.

Difícilmente habrá otro comunicador igual. Qué importaban los silencios, que ponían incómodo al conductor de turno a su lado. Qué relevancia tenía que se pareciera a Darth Vader sin casco. O que insistiera en mantener ese bigote, esa línea pegada al labio superior, que a veces parecía que se caía de mal recortada que estaba. Nada de eso importaba al momento de comunicar.

Cómo olvidar lo de “justicia divina”. O esa forma de acabar las frases arrastrando las letras, como cuando un equipo jugaba en Coon-cep-cioooonnnn. O la célebre “vaya paradoja, el equipo del carbón ha vuelto a jugar de blanco”. Porque si algo amaba JM eran las paradojas. A ellas daba siempre tiempo en sus comentarios, y lograba hallarlas en cualquier situación.

Por sobre todos sus relatos y comentarios, yo recuerdo uno que hizo un domingo en Canal 13. Día de la madre. Largo y emotivo discurso –si mal no recuerdo, incluso con la voz quebrada –en honor de doña Julia Pradanos. La emotividad desbordante recordando con cariño a esa madre que rechazaba a la que luego sería su esposa, y que hizo que el enlace se aplazara hasta luego de su muerte. De doña Julia, se entiende. Porque si no, no hay forma, claro. Y pese a todo, la recordaba en su día. Tanto, que de fútbol no habló ese domingo.

Así era Julio Martínez, JM, Cabeza de Huevo, Huevito Martínez, Darth Vader. Un grande. Fuente de inspiración para tantos y tantas. Que El Pulento lo tenga a su lado, relatándole cómo nosotros sacamos la vuelta acá abajo. Grande JM. Se despide, desde acá abajo, un seguidor acérrimo. Nunca te ol-vi-da-re-mos.