Peleado con la tecnología

19.3.08 30 Comments

Hay días en que uno anda a patadas con la tecnología. Esos días en que nada relativamente tecnológico se nos da, en que todo lo que puede fallar falla. Esos días en que incluso la tecnología básica, que ya damos por descontada –una calculadora, el refrigerador, el microondas –puede depararnos una sorpresa.

Y bueno, ayer tuve uno de esos días. Terrible. Peleado a muerte con la tecnología, y postulando a escribir el capítulo tecnológico de Murphy. Todo salió mal –tecnológicamente hablando –lo que me llevó a pensar en un complot de las máquinas contra mí. En serio. Alguno dirá que estoy loco, y es probable. Seguro que ustedes también lo han sentido. Pero es que, como dirían Alfredo Alonso y compañía, hay un límite. Veamos.

Caí en Facebook. Lo sé, fue un error. Me di cuenta en cuanto lo hice, pero no pude evitarlo. Necesitaba saber de qué se trataba este fenómeno del que todos hablan. Luego de varias invitaciones de amigos y sobre todo conocidos –porque no soy Roberto Carlos tampoco –caí en la tentación. Creé mi cuenta, que vaya a saber uno cómo, rastreó mis contactos y me los desplegó en una lista para enviar invitaciones. Ahí me vino el arrepentimiento. El pudor de invadir a la demás gente con un “fulano dijo que es tu amigo”. Pero seguí adelante. Agregué algunos contactos, subí mi foto... y aquí viene el desastre. No me movió ni un pelo. Cero gracia. El problema es que me siguen llegando invitaciones y confirmaciones de invitaciones y quiz y mensajes y mil cosas. Horrible.

El teclado. Ese aparato conectado al computador, el mismo que me permite escribir estas líneas, tiene versiones realmente para enloquecer a cualquiera. Aquí hay tres problemas principales, que analizaré por separado:
Las teclas duras. Insoportables. De esas a las que hay que aporrear para poder escribir algo, esos teclados que han hecho aparecer una nueva disciplina deportiva, el tipeo-box. Además, no sólo molestan al que trata de escribir, sino a cualquiera que se ubique cerca, porque el ruido de la lucha cuerpo a cuerpo con el teclado es insufrible.
La tecla “backspace” en miniatura. ¿Dónde quedaron los teclados que tenían esta tecla del tamaño de –al menos –dos teclas de letras? No, ahora la tecla es del mismo tamaño de cualquier letra, lo que lleva a que, luego de borrar algo que no nos parece, aparezca algo como ççççççççççççççççç. Me pasó varias veces ayer. Y todo porque los muy genios tienen que ahorrar espacio, porque se les ocurrió meter mil funciones más al teclado. Lo que nos lleva al siguiente punto.
La tecla “power”. Esta maldita tecla es el colmo de la creatividad de los genios informáticos. Se trata de una tecla que tenemos algunos privilegiados, ubicada justo sobre –y un poco a la izquierda –del teclado numérico. Lo que la dichosa tecla hace, obvio, es apagar el computador. No cerrar la sesión, no ponerlo a hibernar. Apagarlo. Y sin previa ventana para confirmar, o pidiéndole guardar los cambios. No, pues. Usted la aprieta y ya, el computador se apaga.

Yo soy un privilegiado: mi teclado cumple con las tres características. Y ayer, luego de transpirar en el cuerpo a cuerpo con las teclas y ver el çççççççç en infinidad de oportunidades, miré el reloj y vi que estaba atrasado para una reunión. Tenía varios documentos abiertos en paralelo, así es que decidí guardar los cambios. Pero antes –justo antes, claro –terminaría de meter algunas cifras en un archivo. El apuro me hizo apretar el botón power y perder todo lo que tenía hecho. Y comprenderá usted –estimado, estimada –que para un flojo trabajar es terrible, pero trabajar dos veces es infernal.

Fui a la reunión. Salió todo bien –o relativamente –creo que principalmente porque no había un computador en la sala. Pero cuando volví al computador, siguieron los problemas.

MSN. Claro, la herramienta fundamental de cualquier trabajador. Sin ella no sé lo que haría. Una maravilla tecnológica para mantenerse comunicado en tiempo real, a la vez que se puede trabajar. O algo así. Todo bien, salvo que ayer, claro, no sé cómo ni por donde se metió un virus a mi MSN, que se reenvía automáticamente a mis contactos, además de dificultar el funcionamiento de mi computador. Un suplicio. Lo peor es que tuve que renunciar a mis principios en cuanto a nicknames –expresados claramente aquí –y cambiar mi sobrio “El que no aporta” –ocultaré mi real identidad –por un mucho menos elegante “El que no aporta. NO ABRAN NADA QUE LES MANDE” y luego de pelear varias horas con el problema, sin éxito por cierto, un derechamente descompuesto (perdonen ustedes) “El que no aporta. NO ABRAN NADA QUE LES MANDE. VIRUS Y LA CONCHA DE SU MADRE”, que se mantiene hasta hoy, puesto que, aunque creo haber resuelto el problema, no estoy seguro.

Para finalizar el día, y sólo como guinda de la torta, tenía que subir algunos archivos a un servidor FTP. Obviamente –no me esperaba otra cosa –estaba caído. Fue entonces cuando decidí tomar mis cosas y largarme, de una vez por todas, a mi casa. Ahí, con MI computador, sería otra cosa. Pero no. No tenía Internet. Reinicié computador, módem, conexiones inalámbricas, cambié parámetros. Nada. Llamé a la compañía, y quedaron de mandarme un técnico. El próximo lunes. Pensé ir a lavar ropa, pero seguro terminaría ahogado en la lavadora, cual Mago Oli en el tarro de leche. Fue entonces cuando, exhausto, me fui a dormir.

Hoy creo haber solucionado el virus, aunque el nick sigue, por si acaso. El teclado sigue teniendo teclas duras, pero no he apretado la tecla ç sino intencionalmente, y voy invicto con la de “power”. Además, decubrí que hay más gente que detesta la tecla backspace chica. O sea, no estoy solo. El servidor FTP ya está en red, y subí lo que debía. La conexión de mi casa se arregló sola, como por arte de magia. Aun no me convence Facebook, pero por suerte los mensajes e invitaciones escasean. Hoy la vida me sonríe. Pero está la incertidumbre...¿Irá a tener mi historia un final feliz? ¿Y la suya?