Expresiones catastróficas

13.5.08 21 Comments

Ya llevamos más de una semana con el tema del volcán Chaitén –y del pueblo del mismo nombre, y de Futaleufú y Palena –y las cosas no tienen cara de cambiar. Al menos no para bien, ya que sí se produjo un cambio: a la erupción del volcán hay que sumarle el desborde del río Blanco, que inundó buena parte de Chaitén. Murphy en estado puro. Eso de “cuando las cosas van mal, pueden ir peor”.

Así las cosas, y como uno no es ajeno a la contingencia, me veo en la obligación de hablar respecto del tema. Pero como no es mi intención reírme de tamaña desgracia, tendré que hacerlo de quienes hablan de la misma, preferentemente periodistas. Era que no. Así que aquí vamos, con una mezcla de crítica periodística (lo que algunos iluminados, en este mismo espacio, han dado en llamar metacualquiercosa) y de actualidad volcánica.

Las siglas. Enlazando con el post anterior, en estos días nos hemos acostumbrado a aciertas siglas: SERNAGEOMIN, ONEMI y ONG son, seguro, las más escuchadas. Ya nadie se cuestiona qué significan, o qué hacen. Simplemente se convirtieron en palabras de uso cotidiano gracias al volcán.

La solidaridad del chileno. Era que no, ha salido una vez más a flote la manida solidaridad nacional. Apelar a esta supuesta cualidad, a mi juicio absolutamente sobredimensionada, ha sido la constante de estos días. ONG´s, instituciones gubernamentales, de la Iglesia y tantas otras han apelado a esta supuesta cualidad patria para ir en ayuda de los necesitados. La solidaridad hasta ahora se ha mostrado en ráfagas, sin ser suficiente por el momento. Tengo la impresión de que buena parte de los solidarios están agazapados esperando que el volcán se derrumbe sobre Chaitén, sepultándolo para siempre, para hacer sus donaciones. Porque tampoco es cosa de abusar de la solidaridad, claro.

El masivo éxodo. Cómo explicarles a los profesionales de la información que un éxodo que no es masivo simplemente no es éxodo. Que lo de “masivo” sobra. No hay caso. Estas palabras son a estas alturas indivisibles, algo así como “dantesco incendio”. De seguro seguiremos escuchando cómo se produce este masivo éxodo de la zona. El término ya me tiene algo enfermo, la verdad. Podrían, por último, hablar de diáspora. Para variar un poco, digo yo, y de paso dejar a un par de televidentes con la boca abierta o rascándose la cabeza.

Los albergados y desplazados. Lo de albergados es un término recurrente en este país. Inundaciones, terremotos, incendios y toda suerte de catástrofes naturales nos permiten saber de albergados cada cierto tiempo. Pero ahora, y escuché a algunos periodistas hablando orgullosos de esto, tenemos verdaderos desplazados, término hasta hoy reservado exclusivamente a países en guerra y/o situaciones extremas de las que no habíamos podido alardear.

El acopio. Definitivamente este es uno de los términos predilectos de los periodistas que cubren el tema. Vamos dándole, día tras día, con el acopio de materiales y con el de comida, con el de ropa o de lo que sea. La cosa es acopiar. Acabo de decidir que, además de parapetarme este 2008, tendré que acopiar algo. Digo, con tal de conjugar el verbo, vale la pena.

Terremoto. No hay caso. Los periodistas de este país tienen un manejo lingüístico tan limitado que todo lo reducen a terremotos. Cuando tiembla fuerte, claro, es un terremoto. Y hablan de terremoto con toda propiedad (y de movimiento telúrico los más doctos). Pero si una nevazón cubre toda una región y la gente muere bajo la nieve, es un “terremoto blanco”. Ahora, con lo del volcán, les ha dado con el “terremoto gris”. Así no se puede. ¿Una inundación será un “terremoto líquido? ¿Un huracán un “terremoto aéreo”? Por favor, más creatividad.

El gigante dormido. Nooo, si hay que ser un genio para hablar del volcán como el gigante dormido. Qué metáfora. Otra que les gusta mucho es la de “fuerzas de la naturaleza”. Porque, séanlo todos, esta es una “clara manifestación de las fuerzas de la naturaleza”. Qué lugar común. Y otra denominación genial –esta vez no de un periodista, sino la del Intendente Sergio Galilea –fue la de “el enemigo”. Señor Galilea, si se plantea así, le va a ir mal. No es cosa de andar trenzándose en una lucha cuerpo a cuerpo con un volcán y después contarlo, déjeme decirle. Mejor se abuena, a ver si todavía está a tiempo. Llámelo "el compadre", a lo mejor resulta.

La población civil. Está bien, en la zona hay muchos, muchísimos uniformados. Especialmente militares. Pero de ahí a estar permanentemente refiriéndose a los ciudadanos de a pie como “población civil” hay un paso. Como que agota un poco eso de escuchar la combinación famosa 100 veces al día. Igual que masivo éxodo, parece que, al menos para Chaitén y alrededores, la combinación de palabras ya es irreversible.

Las combinaciones emotivas. Basta ver las escenas del pueblo desierto, de la gente dejando atrás sus casas o de los animales muriendo para emocionarse. Señores periodistas, son innecesarias –o por lo menos redundantes –expresiones como “desgarradoras escenas”, “escenas de profundo dolor”, “heroica lucha por sobrevivir”, “imágenes de profundo dramatismo” y demás frases hechas que buscan emocionar al televidente, lector o auditor hasta el límite de lo soportable. Por favor, un poco de compasión.

La zona cero. Desde aquellos atentados a las Torres Gemelas, necesariamente cualquier epicentro de cualquier catástrofe es la zona cero. Desconozco la razón de este término, pero quien lo inventó se debe estar revolcando por no haberlo patentado. Ahora, aún no escucho sobre la zona 1, la zona 2 y etcéteras. A lo mejor lo patento y me hago rico.

Piroclástico. Para cerrar dejo este término, definitivamente la vedette de estos días. Por la cantidad de veces que ha sido pronunciado, por la novedad del mismo, por el regocijo que ha causado a los afortunados que han podido usarlo y por la cantidad de combinaciones posibles, es sin duda el término estrella. Material piroclástico, materia piroclástica, fenómeno pircolástico, oleadas piroclásticas, explosión piroclástica y quién sabe cuántas variaciones más son comunes en estos días. Al menos –y viendo el lado positivo –vinieron a renovar un poco el lenguaje periodístico de las catástrofes. Y eso, a diferencia de la catástrofe misma, se agradece.

¿Algo más? Seguro que sí. Hay muchos términos que se deben haber quedado fuera de este recuento. Estimados lectores, es su turno de no aportar en este acopio de términos.