Servicio culinario

3.5.07

Siguiendo con el análisis pseudo culinario, esta vez me permitiré profundizar en el ámbito culino-servicial, término recién inventado que –independientemente de su desastrosa fonética– busca referirse a la implementación utilizada para servir la comida en las fuentes de soda, restaurantes olvidados, picadas y demás locales por el estilo que pueblan profusamente nuestro territorio.

Porque si bien nuestro país tiene una comida más bien aburrida –tomaticán y otros casos puntuales aparte, para que no se enojen algunos– en lo que se refiere a la decoración e implementación de los locales gastronómicos podemos dar cátedra a nivel mundial.

Sólo recuerde alguno de esos restaurantes de pueblo en los que todos hemos estado alguna vez, perdido entre casas de adobe y calles de tierra, de esos de comida bien casera. Uno de esos locales familiares, que como gran exclusividad, anuncia que es “atendido por su propio dueño”. Cierre los ojos y trate de visualizar la implementación utilizada para servir la comida. ¿Ya se está riendo? ¿Todavía no?

Trate entonces de recordar los paños tejidos a crochet por todas partes, las figuras de lapislázuli, los calendarios de Malta Morenita cuando Pamela Díaz aparecía en ellos y no en la televisión. Recuerde las fotos de paisajes alpinos, los relojes murales con abundancia de dorado, las flores estridentemente plásticas. ¿Ahora sí? Entonces vamos con el recuento.

Las mesas: primero lo primero. Porque para comer parados hay otros locales. En estos clásicos hay mesas, y qué mesas. Los clásicos son dos: patas de fierro blancas, cubierta de melamina blanca redondeada en las esquinas, con espacio entre las patas y la cubierta. Se agrega una perforación al centro para el quitasol en el verano. Propia de los locales menos refinados, por lo general son financiadas por alguna bebida, que puede gracias a eso publicitar su logo en el quitasol. La segunda opción, algo más “elegante”, es la mesa de patas de fierro muy delgado, negro esta vez, con una cubierta muy gruesa de esa melamina imitación mármol, idealmente en gris. Todo un lujo.

La loza: para comer se necesita poner la comida en platos, claro. A no ser que uno sea prehistórico o esté comiendo costillas. En fin. En este caso, los platos deben ser de cerámica bien gruesa. De esos que pesan kilos aunque estén vacíos. Siempre con los bordes saltados, y de diseños distintos mezclados en la misma mesa. ¿Los más clásicos? Flores de todo tipo, o color crema con una par de líneas en el borde, de dos tonos café o verde, por lo general. No es raro encontrarse con la variación del plato de vidrio verde, también muy grueso. Si el restaurante gozó de mejores tiempos, puede quedar algún plato –o taza, más comúnmente– de un juego de loza igualmente grueso pero con paisajes pseudo ingleses en azul. Si lo da vuelta, leerá claramente “Lozapenco”. Feliciano Palma que, pese a todo, sigue diciendo presente.

Los cubiertos: también denominado “servicio”, vaya a saber uno por qué cosas de la vida. Al igual que los platos, y más notoriamente, deben ser de diferentes juegos. Pesados y livianos, grandes y chicos, brillantes y opacos, una infinita mezcla de estilos, épocas e incluso materiales. Es imperativo que al menos un tercio de los tenedores tenga algún diente chueco, que terminará indefectiblemente clavado en el labio o el paladar del comensal. Si tiene la suerte de recibir un cubierto con el mango chueco, no cometa el despropósito de tratar de enderezarlo. De seguro quedará con un pedazo en cada mano, y recibirá la mirada de odio del dueño. Con suerte, porque probablemente se lo incluirán en la cuenta.

El mantel y los individuales: por lo general elementos excluyentes entre sí, los manteles e individuales de estos locales tienen una importante característica en común: son de goma. PVC, látex, lo que sea. Pero goma. Manchados, con los diseños gastados de tanto pasarles el paño húmedo por encima. Porque eso es lo más cerca que han estado, y estarán alguna vez, del agua. Claro, si para estar lavando hubieran comprado accesorios de género. Los motivos de los individuales –también variados en la misma mesa– son similares a los platos: muchas flores y líneas en tonos verde y café. En el caso de los manteles, también es común el clásico cuadrillé, de preferencia azul o rojo. El colmo de la elegancia es el escocés.

Para beber: junto con preguntar qué va a beber la dama, el mozo depositará sobre la mesa las clásicas cañas, esos vasos de vidrio grueso en los que nada cabe. Poco más grandes que dedales, siempre tienen los bordes picados y, detalle importante, están mojados. Por alguna extraña circunstancia, en estos locales los vasos se lavan, pero nunca –nunca, de verdad– se secan. En los locales más finos los vasos tienen algún relieve, por lo común un racimo de uvas o algún otro motivo frutal. El colmo de la fineza es el vidrio con un ligero tinte verde.
Si pide un trago, prepárese: tendrá que sacar torrejas de limón, naranja, pomelo o la fruta que el cocinero –si pregunta por el barman creerán que habla usted del superhéroe, no lo intente– haya encontrado, marrasquinos rojos y verdes, paraguas de papel y mucho más para lograr encontrar lo que pidió. Que por supuesto estará tibio y tendrá, sobre todo, mucha granadina.
Cuando pida hielo –tendrá que hacerlo, porque la bebida siempre viene natural– se lo traerán en un vaso de whisky, y a modo de pinzas vendrá una cuchara. Nostalgia pura.

Las servilletas: para el final, mi favorito. Las servilletas de estos locales –de papel, obviamente– son prácticamente impermeables. Es lo mismo que tratar de limpiarse con un trozo de Alusa Plas. Lo único que uno consigue es esparcir la mayonesa, palta o lo que sea que se quiere limpiar por el resto de la cara, para terminar más embetunado que una guagua comiendo sopa. Pero hay un paso más: el borde debe ser ondulado. No son grandes ondas, sino pequeñas ondulaciones que –creen los fabricantes, y los dueños de estos locales, y yo– les dan un toque especial. Una maravilla del diseño.
La guinda de la torta: cuando las servilletas antes descritas, en vez de estar dispuestas en el clásico servilletero de dos triángulos paralelos, van dentro de un cono de aluminio en la mitad de la mesa, formando a su vez otro cono al interior de éste. De esta manera, cuando se saca una servilleta todas las demás quedarán esparcidas por la mesa. Cuando eso pasa, no hay sombra de duda: estamos ante un verdadero local de culto.

16 no aportaron:

Anónimo dijo...

Señor no aportador
Se le olvida mencionar algo del mobiliario de esas picadas,de repente hacen las separaciones, me imagino que para algo mas privado, con cortinas autenticas de baño, con barra y todo....
Y en la entrada tienen esas cortinas de tiritas que ignoro el material(muy usadas en las carnicerias) que se mecen con el viento
atte
madam

Anónimo dijo...

Jajajajaja....eso de que las servilletas son impermeables es tan cierto como hilarante!
Un abrazo, Paola

Anónimo dijo...

estimado señor no aportador. olvidó mencionar el invitado de piedra en todo "local" que se digne de tal, aquel personaje que siempre acompaña durante la vida de pueblo y que reemplazó a la radio cuando en chile comenzamos a tener un poco más de plata: la televisión con el matinal, programa farandulero o teleserie/comedia extranjera. una condena para quien come de espaldas a este artefacto y una atractiva pesadilla para quien disfrute estar de frente a ella. note que siempre estará con un volumen moderado - no lo suficientemente alto para desagradar terriblemente, pero tampoco lo suficientemente bajo como para no pasar desapercibida.

atentamente,

un nóvel gozador de sus crónicas.

carmen dijo...

Un aporte extranjero.En Mexico en esos locales que usted tan bien describe,señor que no aporta,y que por el calor reinante tienen una secciòn con techo pero al aire libre,y que siempre anuncian como de "ambiente familiar",cuelgan de los techos unas bolsas plasticas llenas de agua,segùn informan"para las moscas".
Una vez preguntè como funcionaba este audaz diseño antiinsectos,y me explicaron que las moscas se miran en la bolsa con agua y "como tienen los ojos grandes grandes"-asì dijo mi informante,lo juro-se ven ampliadas en la bolsa y se asustan y huyen.Asi que siempre se verán en estos locales,que por otro lado estan llenos de moscas ,amen de unas cucarachas que parecen alpargatas,las bolsas colgando de las vigas.Y todos contentos,moscas y parroquianos.

Anónimo dijo...

Señor no aportador
Se me estaba quedando en el tintero, en cuanto a mobiliario se refiere, esos aparadores,que no se de donde los sacan, con las copas de la dueña ,los mencionados pañitos, figuras grandes de yeso con escenas de Diana la cazadora, y en todas,pero en todas, el infaltable indio pìcaro.
Digame si no es cierto...
atte
madam

El que no aporta dijo...

Madam, muy cierto lo de las cortinas. Como si de verdad separaran algo...

Paola, que las servilletas sean impermeables no me sorprende tanto. Lo que no logro entender son los bordes con olitas.

Novel, "el tele" es imprescindible. Siempre estará sintonizado en el peor programa que se transmita a cualquier hora. Si comienza un programa pasable, inmediatamente será cambiado a, digamos, Laura en América. Espantoso. Bienvenido, siga visitando.

Carmen, acá también se usan las bolsas con agua, pero nunca había tenido noticias de la razón de ser de tan extraña instalación. Sí me consta que no cumplen su objetivo. A lo mejor nadie se ha dado cuenta de que las moscas son extremadamente ególatras, y que por lo mismo acuden prestas a admirar su reflejo.

Madam, claro que es cierto. La cantidad de artefactos y miniaturas en esos aparadores es prácticamente infinita. Otro adorno clásico es el zueco-cenicero, una verdadera aberración.

carmen dijo...

¿Y la concha de loco?

Anónimo dijo...

estimado señor que no aporta: se le olvidan dos adminículos que acompañan la decoración de las paredes del local, a saber, fotos del dueño del local con algunos "pseudo ídolos" (cuentan de alguno que se abrazó a Adrián y los dados negros) y enmarcaciones, ya sea de recortes del diario del pueblo en que se lee un artículo del local en cuestión o de diplomas que quién sabe qué acreditan.
saludos

wanda

Anónimo dijo...

Queridisimo no aportador:
No puede estar ausente en estos lugares la mostaza, ají y ketchup marca "Jano" y las clásicas costras en las puntas de sus envases. ¿Por qué nunca, nunca, le sacarán las costras alos envases? ¿cuantas veces se le ha caído un pedazo de costrilla a su comida?

Anónimo dijo...

Señor no aportador, difícil predecir que pasará con sus no aportes, ya irritantemente distanciados. Si decidió llegar hasta aquí, le rogaría nos deleitara con una última crónica sobre los funerales. Es lo que corresponde para cerrar honorablemente el ciclo ¿no le parece?

El que no aporta dijo...

Carmen, sin duda el más insigne cenicero de nuestro país. Notable.

Wanda, me consta lo de Adrián. Y los recortes... en fin, los entiendo. Si usted saliera en el diario, ¿no guardaría siquiera un recortito?

Señora mía, claro que he sufrido la caída de esas indeseables costras. En alguna época emprendí como cruzada personal limpiar los citados envases, con las servilletas impermeables. Fue inútil, tanto por la cantidad de envases que limpiar -siempre había varios más de los que alcanzaba a limpiar- como por la incapacidad de las servilletas para realizarse en su fin último de agentes de limpieza.

Aladino, para esa irritación le recomiendo Hipoglós, no falla con irritaciones de todo tipo. No sólo decidí, sino que llegué hasta aquí. Y seguiré, por lo demás, sólo he tenido algunos días algo ajetreados. Y si quiere leer sobre funerales, remítase a lo que publiqué el 19 de marzo. Así se entretiene mientras encuentro el minuto para escribir algo, y no me sigue matando anticipadamente. Habrase visto semejante insolencia.

Unknown dijo...

Cómo no mencionar la cojera de la mesa, a la que le falta la tapita de goma en la pata.
Entonces viene la garzona (probablemente hija o sobrina del dueño del local) y le aplica todo lo que vendría a ser la "corcholata" para emparejar las patas.
Santo remedio.

El que no aporta dijo...

Ale, de acuerdo con usted. Pero, ¿ha visto algún sistema más eficiente? Debo confesarle que más de una vez lo he utilizado en mi casa. Por la eficiencia, claro, pero también por nostalgia de la vieja escuela de la fuente de soda.

Anónimo dijo...

Creo que valdría la pena mencionar, estimado no aportador, el clásico "trapo" con el que pretenden limpiar cualquier tipo de derrames. Se da vuelta la Cocacola (la Free??) en la mesa con su mantel de goma, y los garzones llaman al copero a limpiar, quien trae un trapo que dudosamente limpia y que por lo demás, deja todo hediondo a humedad.

Jose Mosquera dijo...

Talentosísimo señor no aportador

Quisiera contribuir al listado recordando el dispositivo plástico que el engominado garzón suele llevar en el bolsillo de su deslavada camisa para protegerla de los antiestéticos rayones de lápiz a pasta, con motivos desteñidos de conocidos bebestibles.

German dijo...

En la virgen de los sicarios el protagonista decía cuando se encontraba con las servilletas de volantín partidas x la mitad: "Éstas no alcanzan para taparle el coño a una puta..."