Viaje a la chilena

30.3.07

Viajar es un placer, qué duda cabe. Para mí, una de las mejores cosas en que gastar la plata. Los recuerdos y lo bien que se pasa no se borran nunca.

Pero el viaje es un proceso que comienza mucho antes de subir al auto, avión, tren o sea cual sea el medio de transporte que lo llevará a su destino. Hay toda una etapa previa tan entretenida como el viaje mismo. Y dura más, porque a la vuelta el viaje se alarga, con los recuerdos y las fotos.

Al chileno le gusta viajar, eso seguro. No importa si es aquí al ladito, al otro lado de la cordillera, y en auto. En el camino hay que parar a comer nieve, ojalá revolcarse en la misma y subir empapado al auto para proseguir el viaje. Pero hay que poder decir que se estuvo en el extranjero.

Aquí, algunas características propias del buen viaje chileno. Sólo en lo atingente a los preparativos y el viaje mismo. La vuelta al hogar, en la próxima entrega.

Antes del viaje.

Los preparativos propios. Desde que se pronuncia por primera vez la palabra viaje, el chileno enloquece. Ya nada más importa, y sólo vive para preparar la travesía: sacar pasajes, reservar hoteles, comprar maletas, bolsos, ropa especial para la ocasión. Si en el destino se habla otro idioma, esta etapa puede incluir también algunas clases para chapurrear algo en la lengua foránea. Obviamente nada se aprenderá, y las palabras que creyó aprender, nadie las entenderá.

Los preparativos anexos. Todo chileno debe hacer saber a sus amigos, familiares y conocidos el destino de su viaje. Es una norma de urbanidad mínima, así ellos –y también los vecinos, los amigos de los conocidos y quien sea que sepa del viaje –podrá mandar “un encarguito” a los familiares que, obviamente, tiene en el lugar escogido para el viaje, por recóndito que este sea. Muchas veces el favor incluirá no pocos kilómetros recorridos exclusivamente para entregar el paquete. Pero descuide, todo es recompensado: seguro los chilenos residentes le tendrán algo para comer, idealmente bien chileno: unas empanadas o una cazuela, no vaya a ser que alguien crea que en su lejano destino se olvidaron de las tradiciones patrias.

Durante el viaje.

En el viaje, y salvo los conocidos –o conocidos de conocidos –a los que expresamente se va a visitar, no hay nada que pueda causar más alegría al patiperro chileno que encontrarse con un compatriota. Basta escuchar un chilenísimo huevón, o siquiera un cachai, para abrir desmesuradamente los ojos, poner la mejor sonrisa y correr al encuentro del coterráneo con los brazos abiertos, para fundirse en un patriotero abrazo. Incluso, luego de conversar de los lugares exactos de origen y otras menudencias, terminarán como íntimos amigos compartiendo una comida en algún local.

Decir garabatos en lugares públicos, en un lugar donde nadie los entiende, es uno de los pasatiempos favoritos del chileno viajero. Ir en el metro lleno y lanzar un “mira la cara de hueón de ése” o “cacha la vieja fea”, en la cara de los aludidos, puede ser el colmo de la felicidad. Sé de alguien que, luego de alabar junto a un amigo –groseramente, por supuesto –las cualidades de una bien dotada garzona en algún país de habla inglesa, recibió un educado “gracias” luego de pagar la cuenta. Era española, claro, y había entendido hasta la última palabra. Se cuenta otra historia, que raya en el límite de la leyenda: un chileno que en un atestado metro procedió a expeler un gas, argumentando que, al ser en otro idioma, nadie iba a saber que había sido él. No me consta que sea cierto, pero el cuento es bueno.

Comprar. Básicamente a eso se limita el viaje. Sacar fotos y comprar, comprar y comprar. Cualquier cosa, lo que importa es que tenga impreso el nombre del destino: poleras, polerones, gorros, chapitas, tazones, llaveros, lápices. Lo que sea, de verdad. Pero si fue a París, la Torre Eiffel debe cruzar la polera completa. Nada de detalles aquí, lo que importa es que se note dónde estuvo. La otra compra importante es el souvenir típico, o no tanto, para llegar con él al aeropuerto, ojalá puesto: nada como bajar del avión con un peluche de Mickey gigante abrazado, o mejor aún, con un gorro de mariachi que haga difícil pasar por las puertas.

4 no aportaron:

Karlo dijo...

Que buena...verdaderamente
y ahora que a mitad de mes, voy a hacer un viaje cortito a la capitale, estas recomendaciones me vienen de perilla...

Aportaria que el viajero también se informa del tiempo de su destino, para saber que tipo de ropa debe llevar, pero casi siempre lo pilla una lluvia con short :)

saludos cordiales
atte Karlo

Anónimo dijo...

ESTIMADO SEÑOR NO APORTADOR
UD MENCIONA EN SU COLUMNA UN VIAJE A LA NIEVE, QUE ME PARECE IGUAL DE INTERESANTE QUE UNO A LAS PLAYAS DE NUSTRO LITORAL CENTRAL, EN QUE LLEGAN , DESPUES DE COMERSE EL PIC-NIC A LA ALTURA DE PLAZA ITALIA, SE INSTALAN, SE COMEN Y TOMAN TODO POR SU ORDEN, SE BAÑAN SIN SABER NADAR PORQUE SON INCONCIENTES O SE PONEN,CAPEAN OLAS, SALEN MEDIO AHOGADOS Y SE ESCALOPEAN O SEA SE REVUELCAN EN LA ARENA
SI HAN LLEVADO SANDIAS DE POSTRE, SE LAS COMEN Y DESPUES LAS USAN DE SOMBRERO PARA LA CALOR, COMO CUCALONES VEGETALES SE HA FIJADO?
ATTE
MADAM BUTTERFLY

Anónimo dijo...

El Chileno es predecible, querido aportador

Uno sabe que un Chileno viajó a España porque, o bien trae un toro de tamaño natural o porque hay un olor a jamón serrano en el ambiente (trae el fiambre fondeado en la maleta, entremedio de chalecos y calzoncillos).

Uno sabe cuando una Chilena paseó por una playa (caribe, pacífico o del atlántico), porque cuando vuelven, lo les cabe una trenza más en el pelo.

Y dígame usted si no es un patrón de cada viaje llevar una o dos botellas de pisco. Algo nos baja con el combinado nacional, parece que sabe mejor en otros confines y uno se siente haciendo patria. El problema es que la bebida nunca llega a su destino, siempre se revienta en la maleta del que la transporta, dejando un agradable aroma a uva destilada en los ropajes ...

El que no aporta dijo...

Karlo, el ideal para poder cumplir con todos estos ritos es viajar fuera del país. Aunque sea al ladito.
El short con lluvia, eso sí, sirve también para viajes nacionales. Y nunca falla.

Madam, no me refería a un viaje a la nieve, sino al paso por la nieve en un viaje a través de la cordillera. En todo caso, sus aseveraciones sobre la playa no pueden ser más ciertas. Aunque serán tratadas más extensamente muy luego.

Señora mía, el olor a jamón nunca es malo. Aunque en los calzoncillos puede serlo, pensándolo bien.
Las trenzas son un infaltable, qué se le va a hacer. El problema es que creen que se ven bien. Espantoso. O espantosas, en la mayoría de los casos. Porque también se han visto hombres con las dichosas trenzas, no se crea.
El pisco es un tema solidario. Como siempre está la esperanza de encontrar en el viaje a un compatriota que abrazar, la botella va por si acaso. Imagínese la dicha de invitar al radicado en el lejano país a piscolear. Puede incluso sacar lágrimas. Y sí, el combinado sabe diferente en otras latitudes, me consta. Debe ser la presión atmosférica o algo así.